giovedì 22 marzo 2012

Anarquismo nihilista: una corriente anti-social


La corriente antisocial y la aceptación de la sociedad
(...) Pertenecemos a la corriente anti-social de la anarquía, la que entra en ruptura no solo con el
estado sino también con la sociedad, porque de lo que vemos, el poder no se mantiene únicamente con la
violencia y las ordenes de los cuarteles del estado, sino también por la reconciliación, aceptación y renuncia
de un muchedumbre silenciosa, que ha aprendido a ovacionar las victorias nacionales, a festejar por su
equipo de fútbol, a cambiar su ánimo apretando el botón del telecontrol, a enamorarse de escaparates de
tiendas y de unos modelos artificiales, a odiar a los extranjeros, de mirar solo por lo suyo y de cerrar los ojos
ante la ausencia de una vida de verdad.
Esta multitud de los ciudadanos sosegados, se levanta de su sofá solo cuando su propio calor de hogar
de su pequeña propiedad privada está en peligro.
La crisis económica en Grecia y sus consecuencias ya empiezan a pintar un nuevo cuadro del
canibalismo social. Durante las explosiones sociales que estallan en la mayoría de los sectores de empleados
cada uno está reivindicando exclusivamente las demandas de su propio gremio. Si, desde luego: las
movilizaciones (huelgas de camioneros, bloqueos de puertos por trabajadores portuarios, etc.) a menudo
provocan un cortocircuito social y llenan de descontento a los demás empleados.
Naturalmente, este escenario se está alternando y aquellos que hoy están en la calle “reclamando lo
suyo”, mañana estarán en contra de algunos otros que van a estar en huelga por lo que les tocará a ellos (así
fue por ejemplo cuando los camioneros se opusieron a los cortes de carreteras organizadas por agricultores,
los ciudadanos que estuvieron contra la huelga de funcionarios públicos, los padres contra los profesores en
huelga, etc.). Todas estas protestas sociales empobrecen nuestro lenguaje y a nuestra conciencia, porque
reclaman un estado más bueno, un trabajo mejor, una educación mejor, una salud pública mejor, pero nunca
se atreven a abordar que la cuestión no es simplemente si vivimos peor o más pobremente que ayer, sino que
vivimos de una manera que no nos cabe. Nuestra existencia está humillada por las ordenes de cada patrón,
nuestros deseos se reflejan en el ídolo del escaparate, nuestra desobediencia está encarcelada por patrullas
uniformadas, el placer se convierte en un producto fácil de encontrar en los relucientes estantes del
supermercado, la expresión facial se pierde detrás de la máscara de lo fingido, la comunicación se convierte
en un botón del teclado delante de la pantalla fría del ordenador. Todas estas ausencias y faltas se merecen
algo más que unas simples protestas por un puñado de moneditas. Se merecen que nos lancemos con toda
nuestra alma a la nueva guerrilla urbana.
Hoy en día cada uno va por lo suyo, convierte su desilusión en cinismo e indiferencia, mientras que lo
único que le interesa es cómo el mismo se las arregla, al precio que sea. El poder está jugando muy bien el
juego de “divide y reina” porque tiene un rival fácil.
Cuando tiene delante una sociedad degenerada, preocupada más por la realidad virtual de la televisión
que por su propia vida, no necesita ni esforzarse para dividirla, porque de todos modos su atención ya está
dividida entre las dosis gratuitas de placer consumista y los nuevos, “cien por cien seguros” préstamos de las
ilusiones pequeñoburguesas.
¿Y la vida? La vida ya se ha ido de esta ciudad, ahora hay solo el ruido de los coches, los gritos que
gritan órdenes cotidianas y las imágenes de publicidad que nos están disparando día tras día. Por esto
creemos que la consciencia de clase está muerta y enterrada por debajo de los cimientos de la civilización
moderna. Por tanto, el que hoy en día habla sobre la guerra de clases tiene el olor del pasado en su boca.
Vamos a explicarnos para que no nos malinterpreten. Puesto que evidentemente no estamos viviendo en
algún bote de cristal de las ideologías puras, sabemos que la quintaesencia del sistema está en la producción
de las desigualdades sociales y económicas. Para que haya unos pocos ricos siempre se precisa de un montón
de pobres.
Pues, cuando decimos que la guerra de clases es un concepto anticuado, no negamos la existencia de
clases sociales, sino más bien creemos que no existe la consciencia de clase. Por tanto, si los oprimidos y
explotados de este mundo no quieren darse cuenta en qué punto están, no se piensan en levantar y atacar al
palacio de los “zares” que les privaron de tantas cosas... nosotros por nuestra parte no haremos el papel de
unos que “despiertan al pueblo”.
Rechazamos a las estandarizadas pizarras de lectura, las verdades “eternas” y las conclusiones fáciles.
Lo que no significa que no reconocemos la importancia crucial que tiene la economía siendo la piedra
angular del sistema.
Sin embargo, ¿cómo podemos describir con términos económicos los ojos vacíos de un niño que está
mendigando por la calle, las colas en los comedores de ayuda social, las cuentas que siguen corriendo y la luz
que fue cortada, los créditos, el alquiler sin pagar, pero sobretodo cómo podemos evitar de quedar atrapados
en una compasión humanitaria sin echar la culpa también a la inercia de todos aquellos que sufren bajo el
látigo de la economía y siguen sin resistir? Porque es un hecho que la opresión la vivimos todos cada día en
nuestro propio pellejo, pero la diferencia es en lo que cada uno hace contra esto. Algunos silban
desinteresados y cambian el canal de la TV, otros echan la culpa a los extranjeros “que nos roban nuestros
trabajos”, luego hay los que piden más policía, aquellos que se hacen policías o guardia privado, los que
siguen llevando las anteojeras de su partido político, los que estudian para después pillar “un buen trabajo” o
simplemente para alimentar a las ilusiones de sus padres, los que se buscan unos escondites para olvidarse de
todo (el consumo en calle Ermou y los fines de semana en los bares de Gazi) y por fin, estos pocos que
convierten su desilusión en un grito, le ponen una capucha, y traman unos nuevos planes de subversión en los
crematorios modernos de la metrópolis.
El entendimiento y la comprensión de las cosas también ya se han endeudado, y así las explicaciones
buscan palabras adecuadas. La economía no es simplemente un método científico que interpreta al mundo,
sino como primero una relación social que se ha establecido como el criterio según el cual se divide a la
gente. Cuando en los años 90 el poder fue capaz de satisfacer su promesa sobre el mundo de la abundancia,
allí donde hoy aparecen unas voces de protesta, hubo solo unas sonrisas consumistas, que no se preocupaban
del hecho que su felicidad está construida sobre las espaldas y sobre la desgracia de otra gente (caída del
Bloque del Este, guerras civiles, inmigración...). Pues, ahora vino el turno del hombre occidental para luchar
contra los callejones sin salida de la civilización que el mismo ha creado. Nosotros, negándonos de olvidar
quien tiene las responsabilidades sociales, criticamos directamente no solo al cortocircuito del sistema sino
también al sistema por sí mismo y sus ciudadanos.
No necesitamos al ensueño de la insurrección social de masas para poder creer en algo y ser atraídos
por esto, porque nos apreciamos a nosotros mismos y a nuestros compañeros, y además estamos
profundamente convencidos de que lo que vivimos no merece de ser llamado la vida. Por esto borramos de
nuestro vocabulario el llamado “sujeto revolucionario de proletarios oprimidos”
.
La crisis económica y polarización social como una oportunidad para nosotros. “lo visible se vuelve
presente”
Por otra parte está claro que sabemos que la actualidad es una época que presenta el desafío más
grande para los revolucionarios de todo este mundo occidental se acabó definitivamente la época de
las promesas de abundancia.
El consenso social que se construyó en torno a los ideales consumistas y promesas de una prosperidad
material se está desgastando más y más con los sucesivos golpes de la crisis económica.
Una cultura de dinero fácil y obtenido rápidamente y de la correspondiente subida social está
desapareciendo y en su lugar entran unas situaciones “retrogradas” de una simple pobreza. Esta situación
provoca y seguirá provocando conflictos sociales, tanto en Grecia como a nivel internacional (Francia,
Inglaterra, etc.). Es ineludible el hecho que en el cuerpo social que hasta ahora estaba neutralizado se va a
desarrollar una polarización social hacia los dos extremos. En primer caso se van a reactivar los instintos más
conservadores de una parte de la sociedad (ver los sucesos racistas en Agios Panteleimonas y plaza Attikis o
la entrada del partido neo-nazi “Amanecer Dorado” en el consejo municipal de ese barrio), que van a
descubrir “la fuente de todo mal” en los más débiles: los inmigrantes. Los comentarios estúpidos al estilo
“ellos apestan”, “traen las enfermedades”, “estos trajeron consigo la delincuencia”, “su comercio top-manta
cierra nuestras tiendas”, “causan que se bajen los sueldos” son solo algunos de los veredictos que ya están
soltando los nuevos “salvadores de la nación” para convencer y ganarse la aprobación de miles y miles de
oprimidos griegos.
Naturalmente, la gran mayoría de los inmigrantes tiene su propia parte de culpa, puesto que siguen
reproduciendo los modelos “griegos” dentro de sus comunidades, allí donde también reinan los ideales
pequeño-burgueses, el sexismo, las mafias, las divisiones raciales y nacionales, además la intolerancia y el
fanatismo religioso.
En segundo caso, el resto del cuerpo social se va a mover hacia las reivindicaciones sociales. Se trata
de un multicolor y bullicioso espectro que tiene en sus filas unos sindicalistas de PASOK, estreñidos
miembros del Partido Comunista de Grecia, izquierdistas moderados, además los que no pertenecen a ningún
partido, anarquistas progresistas y anarquistas que adoran “lo social”, hasta los hooligans y quienes van solo
por los disturbios.
Estamos preparados para vivir un periodo de grandes tensiones. La polarización y conflictos sociales
son ineludibles. Cayéndose cuesta abajo la economía, Grecia será el escenario de unos enfrentamientos a
gran escala.
La cuestión es ¿qué lado va a elegir cada uno?
En este momento nosotros estamos lejos. Obviamente ni en la alcantarilla conservadora de los
fascistas, pero tampoco en el frente de las demandas y reivindicaciones sociales.
Nuestra acción minoritaria ya hace tiempo hizo su propia llamada a la guerra, sin reclamar unos
sueldos mejores ni unas rentas más favorables, sino combatiendo por una vida mejor, por un sentido más
esencial y autentico de la realidad. Pero esto no significa que queremos saborear la arrogancia de alguna
supuesta auto-afirmación. Tales axiomas se quedan lejos de nosotros, lo que estamos haciendo es
simplemente hacer muy clara nuestras posiciones. Además sabemos que no nos basta el saber académico de
la desgracia, sino como primero nos importa la búsqueda de una permanente intervención en contra de la
desgracia.
La búsqueda de vivencias y experiencias.
La búsqueda de una perspectiva y de una identidad colectiva.
La búsqueda de comunicación con otra gente alejada de cualquier dogmatismo de teoría pura, alejada
también de nuestro propio dogmatismo.
No somos solidarios con la desgracia de la gente, somos solidarios con la firmeza de los que no
aceptan la desgracia que les toca.
Según nuestra opinión justo en este punto, en el punto de la tensión y de las contradicciones que traen
consigo una polarización social, se están creando las primeras verdaderas fisuras sobre el orden dominante de
las cosas y lo que queda por hacer es agarrar el hilo de la comunicación y darle un empujón más allá. Toda
esta situación, con las consecuencias de la crisis que dejan despojada la verdadera cara del estilo de vida
occidental, dan la chispa para el margen de las reacciones predeterminadas para que surjan unos nuevos y
autónomos comportamientos sociales, rechazos y negaciones.
Creemos que existen y seguirán existiendo nuevas minorías de gente que está fuera de los marcos del
conservadurismo y de las reformas sociales, las cuales, sea instintivamente, naturalmente o conscientemente,
en sus prácticas rechazarán todo el conjunto de la civilización y sus valores contemporáneos sin al mismo
tiempo caer en algún racismo estúpido o en algunas demandas por un sueldo mejor.
No nos gusta mirar atentamente a la realidad desde la montaña arrogante de una supuesta autoafirmación,
sino al contrario: queremos esparcirnos por todo el tejido social llevando el mensaje de la
rebeldía y erosionando a las columnas de los estereotipos. Esparcirnos por toda esta corriente de actitudes
que no pertenecen a ningún ámbito político, en el flujo de los excluidos grupos de jóvenes delincuentes, en el
cuestionamiento de la realidad expresada por los decepcionados, en el realismo de los que pierden sus
ilusiones, en el mundo de los presos que guardan su propia dignidad, entre todos esos descontrolados de los
campos de fútbol, de las subculturas de música, de las escuelas, en ese margen combativo de todo el espectro
social.
Esta gente, que tal vez nunca han pisado una asamblea política, tampoco han venido a alguna
manifestación, y ni siquiera han leído las “verdades” de Marx o Bakunin, con su misma postura de cada día,
con sus valores, con su vida puede que sean más anarquistas que los anarquistas “iniciados”, puede que
luchen más que los luchadores profesionales.
La coincidencia de la crisis económica es el momento más oportuno para que se muestren y se
expresen estas personalidades activas y llenas de energía, para que salgan del margen al escenario, para que
reclamen el campo de las actitudes y comportamientos auténticos y verdaderos, los cuales tantos años
quedaban aplastadas por una sociedad de decencia y de “ser correcto”, una sociedad solo aparentemente
“liberada”. Así se puede abolir a los jefes, a los papeles, a todas las pequeñas y grandes autoridades y
poderes. No mostramos a nadie un camino correcto, simplemente nosotros mismos hemos elegido un camino
que está abierto para todos.
A la prehistoria de la lucha de clases la dejamos definitivamente detrás. No tenemos confianza ninguna en la
clase obrero-funcionaria que se inclina ante sus jefes y que lo único que quiere es copiarles e imitarles,
mientras que al mismo tiempo se levanta por un puñado de moneditas que le quitan de la mesa.
Porque consideramos que el camino hacia la libertad y dignidad es siempre un camino personal que
cada uno tiene que hacer, es algo más allá de los estereotipos y letreros.
El anarco-individualismo como el concepto de lo auténticamente colectivo
Cada uno juzga y será juzgado por las opciones que elige. Por esto frecuentemente promulgamos en
nuestros textos el punto de vista anarcoindividualista como una nueva manera de comportamiento y nuevo
motivo de acción. Esto no significa que deja de importarnos el dialogo con otra gente y trasmitirles lo que
nos llena de orgullo por avanzar, hasta sobre este suelo difícil. Además, con el mismo ardor esperemos y
estamos abiertos a cualquier crítica que nos ponga a pensar y nos haga mejores.
Sin embargo, no esperamos la aceptación social para actuar. No nos conformamos con la espera a
unas condiciones “maduras”. Sí la sociedad no entiende nuestras ideas, el problema es suyo.
Además, las decisiones personales y las iniciativas individuales son las que trasforman el cuadro de la
vida de cada uno... Al mismo tiempo estamos convencidos que justo lo individual es el comienzo de lo
colectivo autentico y verdadero. Es a través de la comunicación y cooperación humana que cada uno se
descubre a sí mismo y a los que le rodean.
En nuestro deseo de afrontar con hostilidad a ese mundo que nos oprime, colaboramos con unas
personalidades libres y autónomas, con aquellos que buscan la vida en toda su inmensidad y no solo en unas
dosis mensuales.

Conspiración de las Células de Fuego

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